lunes, septiembre 04, 2006

MEDIO ORIENTE: La guerra civil de los musulmanes

Por Mai Yamani

30 de julio de 2006

¿Es hoy la división entre chiitas y sunitas en el Oriente Próximo más profunda que el antagonismo entre Israel y los árabes? Se podría pensar eso, dada la respuesta de algunos gobiernos árabes a la decisión de Hezbolá de atacar a Israel. Incluso en momentos en que las bombas israelíes caían sobre Beirut y Tiro, Arabia Saudita, quizás el país árabe musulmán más conservador de todos, condenó abiertamente las acciones de Hezbolá, que es una organización shiita, por instigar el conflicto con Israel. Nunca antes en la historia del conflicto árabe-israelí, un Estado que se considera líder de los pueblos musulmanes árabes, había respaldado a Israel en una forma tan abierta.

Más aun, el quiebre de Arabia Saudita con Hezbolá no es algo aislado. Egipto y Jordania también han condenado categóricamente a Hezbolá y a su líder, el jeque Hassan Nasrallah, por su falta de responsabilidad.

¿Qué hay detrás de esta sorprendente actitud? ¿Estamos presenciando un cambio fundamental en las relaciones entre el nacionalismo árabe y el sectarismo islámico? ¿Está Arabia Saudita más preocupada y atemorizada ante el islam chiita que comprometida con la unidad árabe y la causa palestina?

Las acusaciones de los árabes contra Hezbolá sugieren que la división sectaria entre los musulmanes, ya evidente en la violencia cotidiana en Irak, se está profundizando y haciendo más intensa en el Oriente Próximo. El deseo del presidente George W. Bush de remecer las inmóviles sociedades del mundo árabe tenía la intención de levantar las fuerzas de la modernización contra los elementos tradicionales de las sociedades árabes e islámicas. En lugar de ello, parece haber desatado las fuerzas más atávicas de la región. Abrir esta caja de Pandora puede haber dado inicio a una nueva y más amarga era de violencia generalizada, que tal vez sólo se pueda llamar una "guerra civil musulmana".

La división entre chiitas y sunitas ha existido desde los orígenes del islam, pero el aislamiento geográfico y étnico del Irán chiita no árabe, junto con el dominio de los países árabes sunitas sobre sus minorías chiitas, en gran medida mantuvo esta rivalidad en segundo plano. Estas tensiones retrocedieron aun más con la marea islamista creada por la revolución iraní, ya que tras ella la identidad sectaria árabe perdió incluso más peso a medida que surgía una identificación "islámica" generalizada.

Todo eso cambió cuando Al Qaida, una fuerza terrorista sunita que se basa fuertemente en la ideología de los wahabíes sauditas y su gente, lanzó sus ataques sobre Estados Unidos en septiembre de 2001. Ahora había un brazo específicamente sunita del islamismo militante. Cuando Estados Unidos dio inicio a sus guerras contra los talibanes sunitas de Afganistán y el régimen sunita de Irak, esta nueva corriente sunita radical se fortaleció todavía más.

Los árabes sunitas de la región, con sus nuevos bríos, perciben que Israel y Occidente son sólo una de las amenazas, mientras la otra es el así llamado "creciente chiita", el arco de tierra que se extiende desde Líbano a Irán, pasando por Siria e Irak, habitado por los supuestamente herejes chiitas. Los gobernantes de Arabia Saudita, como guardianes de los lugares más sagrados de la fe musulmana en La Meca y Medina, tan vez sean los más inclinados a sentir esta amenaza.

A ojos de los sunitas, los chiitas no sólo dominan las áreas ricas en petróleo de Irán, Irak y la región oriental de Arabia Saudita, sino que —a través de las acciones de Hezbolá— están intentando usurpar el papel de "protectores" del sueño central de todos los árabes, la causa palestina. El reino saudita se ha vuelto contra Hezbolá debido al hecho de que la familia real saudita deriva su legitimidad de una estricta forma de islam sunita y duda de la lealtad de su población chiita.

Irónicamente, Estados Unidos, el tradicional protector de Arabia Saudita, es quien ha hecho posible el fortalecimiento de los chiitas, al derrocar a Sadam Husein y llevar a los partidos chiitas al poder en Irak. La Administración Bush parece reconocer lo que ha hecho; a medida que el arco chiita crece en el este del mundo árabe musulmán, EU intenta fortalecer su protección del arco sunita (Egipto, Jordania y Arabia Saudita) en el oeste de la región. Israel, otrora el implacable enemigo de la causa árabe, ahora parece haber quedado integrado a esta estructura defensiva.

Sin embargo, una postura defensiva con estas características está destinada a ser inestable, debido a los sentimientos panárabes. Hoy, los ciudadanos sauditas comunes y corrientes siguen los acontecimientos de Gaza y el sur de Líbano a través de Al Yazira y otras redes de TV por satélite. Ven que se derrama sangre árabe (no chiita), y que sólo Hezbolá responde a los ataques. A sus ojos, Hezbolá se ha convertido en un modelo heroico de resistencia.

Esto está haciendo que el Estado saudita profundice el cisma entre sunitas y chiitas. Tras las acusaciones oficiales del Reino contra Hezbolá, el estado saudita convocó a sus clérigos wahabíes oficiales a emitir fatuas condenando a Hazbolah como una organización de herejes y cismáticos chiitas. Este tipo de condenas no pueden hacer más que agudizar las divisiones entre Arabia Saudita y la región.

A medida que se profundicen estos antagonismos, ¿llegarán a creer los regímenes sunitas que necesitan su propia Hezbolá en su rincón del mundo? Si llegan a esa conclusión, no tienen que buscar mucho, ya que esos milicianos ya han sido entrenados... por Al Qaida.

Mai Yamani es investigadora de la Chatham House, de Londres y autora del libro ‘Cradle of Islam’.© Project Syndicate, 2006.

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