Una voz europea sensata
Otro artículo de hace unos años, pero tan actual...
Oriana Fallaci es periodista y escritora. Reside actualmente en Nueva York. Este artículo es un resumen del publicado en el 2002 por la revista italiana Panorama.
Me parece vergonzoso que en Italia se haga una manifestación de individuos que vestidos de kamikazes berrean infames injurias contra Israel, exhiben fotografías de líderes israelíes sobre cuya frente han pintado una esvástica e incitan al pueblo a odiar a los hebreos. Y que por volver a ver a los hebreos en los campos de exterminio, en las cámaras de gas, en los hornos crematorios de Dachau, Mathausen, Buchenwald, Bergen-Belsen, etc., estarían dispuestos a vender un harén a su propia madre.
Me parece vergonzoso que la Iglesia católica permita a un obispo para más inri alojado en el Vaticano, un señor que no procede precisamente de la casta de los santos y que fue pillado, en Jerusalén, con un arsenal de armas y explosivos escondidos en compartimentos camuflados de su sagrado Mercedes participar en dicha manifestación y colocarse ante un micrófono para dar gracias, en nombre de Dios, a los kamikazes que masacran a los hebreos en las pizzerías y en los supermercados, amén de llamarles «mártires que van a la muerte como a una fiesta».
Me parece vergonzoso que en Francia, la Francia de la Libertad-Igualdad-Fraternidad, se quemen las sinagogas, se aterrorice a los hebreos y se profanen sus cementerios.
Me parece vergonzoso que en Holanda, en Alemania y en Dinamarca los jóvenes alardeen del pañuelo palestino como antaño las vanguardias de Mussolini hacían ostentación de las insignias fascistas.
Me parece vergonzoso que en casi todas las universidades europeas los estudiantes palestinos siembren y alimenten el antisemitismo. Que, en Suiza, hayan pedido que se le retire el Premio Nobel de la Paz a Simon Peres, concedido en 1994, y que se reivindique el símbolo de la paloma con el ramo de olivo en el pico, que se identifica con Arafat.
Me parece vergonzoso que los eximios miembros del Comité, un Comité que (por lo que parece) premia más el color político que el mérito, haya tomado en consideración tal petición. Al infierno el Premio Nobel y gloria a quien no lo reciba.
Me parece vergonzoso (centrándome de nuevo en Italia) que las televisiones estatales contribuyan al resurgimiento del antisemitismo llorando sólo los muertos palestinos, mientras ningunean a los muertos israelíes, hablan de ellos de pasada y, a menudo, de una forma negligente.
Me parece vergonzoso que acojan en sus debates con tanta deferencia a los bellacos que ayer celebraban la masacre de Nueva York y hoy celebran las matanzas de Jerusalén, Haifa, Netania o Tel Aviv.
Me parece vergonzoso que la prensa escrita haga lo mismo, que se indigne porque en Belén los tanques israelíes rodean la Iglesia de la Natividad y que no se indigne porque en esa misma iglesia 200 terroristas palestinos, bien pertrechados de ametralladoras, municiones y explosivos (entre ellos varios jefes de Hamas y de Al Aqsa), sean huéspedes bienvenidos de los frailes (que, sin embargo, aceptan de los militares de los tanques las botellas de agua mineral y las cestas de miel).
Me parece vergonzoso que, al dar el número de los israelíes muertos desde el comienzo de la Segunda Intifada (412), un conocido periódico haya considerado justo subrayar con grandes caracteres tipográficos que en sus accidentes de carretera mueren más (600 al año).
Me parece vergonzoso que el Osservatore Romano, es decir el periódico del Papa, un Papa que no hace mucho tiempo dejó en el Muro de las Lamentaciones una carta pidiendo perdón a los hebreos, acuse de exterminio a un pueblo exterminado a millones por los cristianos europeos.
Me parece vergonzoso que a los supervivientes de aquel exterminio (gente que lleva todavía el número marcado en el brazo) el citado diario les niegue el derecho a reaccionar, a defenderse, a no dejarse exterminar de nuevo.
Me parece vergonzoso que en nombre de Jesucristo (un hebreo sin el cual hoy estarían todos en el paro) los curas de nuestras parroquias o centros sociales cortejen a los asesinos de los que, en Jerusalén, no pueden salir a tomar una pizza o a comprar huevos sin saltar por los aires.
Me parece vergonzoso que estén de parte de los mismos que inauguraron el terrorismo matándonos en los aviones, en los aeropuertos, en las Olimpiadas, y de los que hoy se siguen divirtiendo matando periodistas occidentales. Fusilándolos, secuestrándolos, degollándolos y decapitándolos.
(Tras la publicación de La rabia y el orgullo alguno en Italia hubiera querido hacérmelo a mí. Citando versos del Corán exhorta a su hermanos de las mezquitas de la Comunidad islámica a castigarme en nombre de Alá. A matarme. Incluso a morir conmigo. Como es un tipo que conoce bien el inglés, en inglés le contesto: «Fuck you» [Jodéte]).
Oriana Fallaci es periodista y escritora. Reside actualmente en Nueva York. Este artículo es un resumen del publicado en el 2002 por la revista italiana Panorama.
Me parece vergonzoso que en Italia se haga una manifestación de individuos que vestidos de kamikazes berrean infames injurias contra Israel, exhiben fotografías de líderes israelíes sobre cuya frente han pintado una esvástica e incitan al pueblo a odiar a los hebreos. Y que por volver a ver a los hebreos en los campos de exterminio, en las cámaras de gas, en los hornos crematorios de Dachau, Mathausen, Buchenwald, Bergen-Belsen, etc., estarían dispuestos a vender un harén a su propia madre.
Me parece vergonzoso que la Iglesia católica permita a un obispo para más inri alojado en el Vaticano, un señor que no procede precisamente de la casta de los santos y que fue pillado, en Jerusalén, con un arsenal de armas y explosivos escondidos en compartimentos camuflados de su sagrado Mercedes participar en dicha manifestación y colocarse ante un micrófono para dar gracias, en nombre de Dios, a los kamikazes que masacran a los hebreos en las pizzerías y en los supermercados, amén de llamarles «mártires que van a la muerte como a una fiesta».
Me parece vergonzoso que en Francia, la Francia de la Libertad-Igualdad-Fraternidad, se quemen las sinagogas, se aterrorice a los hebreos y se profanen sus cementerios.
Me parece vergonzoso que en Holanda, en Alemania y en Dinamarca los jóvenes alardeen del pañuelo palestino como antaño las vanguardias de Mussolini hacían ostentación de las insignias fascistas.
Me parece vergonzoso que en casi todas las universidades europeas los estudiantes palestinos siembren y alimenten el antisemitismo. Que, en Suiza, hayan pedido que se le retire el Premio Nobel de la Paz a Simon Peres, concedido en 1994, y que se reivindique el símbolo de la paloma con el ramo de olivo en el pico, que se identifica con Arafat.
Me parece vergonzoso que los eximios miembros del Comité, un Comité que (por lo que parece) premia más el color político que el mérito, haya tomado en consideración tal petición. Al infierno el Premio Nobel y gloria a quien no lo reciba.
Me parece vergonzoso (centrándome de nuevo en Italia) que las televisiones estatales contribuyan al resurgimiento del antisemitismo llorando sólo los muertos palestinos, mientras ningunean a los muertos israelíes, hablan de ellos de pasada y, a menudo, de una forma negligente.
Me parece vergonzoso que acojan en sus debates con tanta deferencia a los bellacos que ayer celebraban la masacre de Nueva York y hoy celebran las matanzas de Jerusalén, Haifa, Netania o Tel Aviv.
Me parece vergonzoso que la prensa escrita haga lo mismo, que se indigne porque en Belén los tanques israelíes rodean la Iglesia de la Natividad y que no se indigne porque en esa misma iglesia 200 terroristas palestinos, bien pertrechados de ametralladoras, municiones y explosivos (entre ellos varios jefes de Hamas y de Al Aqsa), sean huéspedes bienvenidos de los frailes (que, sin embargo, aceptan de los militares de los tanques las botellas de agua mineral y las cestas de miel).
Me parece vergonzoso que, al dar el número de los israelíes muertos desde el comienzo de la Segunda Intifada (412), un conocido periódico haya considerado justo subrayar con grandes caracteres tipográficos que en sus accidentes de carretera mueren más (600 al año).
Me parece vergonzoso que el Osservatore Romano, es decir el periódico del Papa, un Papa que no hace mucho tiempo dejó en el Muro de las Lamentaciones una carta pidiendo perdón a los hebreos, acuse de exterminio a un pueblo exterminado a millones por los cristianos europeos.
Me parece vergonzoso que a los supervivientes de aquel exterminio (gente que lleva todavía el número marcado en el brazo) el citado diario les niegue el derecho a reaccionar, a defenderse, a no dejarse exterminar de nuevo.
Me parece vergonzoso que en nombre de Jesucristo (un hebreo sin el cual hoy estarían todos en el paro) los curas de nuestras parroquias o centros sociales cortejen a los asesinos de los que, en Jerusalén, no pueden salir a tomar una pizza o a comprar huevos sin saltar por los aires.
Me parece vergonzoso que estén de parte de los mismos que inauguraron el terrorismo matándonos en los aviones, en los aeropuertos, en las Olimpiadas, y de los que hoy se siguen divirtiendo matando periodistas occidentales. Fusilándolos, secuestrándolos, degollándolos y decapitándolos.
(Tras la publicación de La rabia y el orgullo alguno en Italia hubiera querido hacérmelo a mí. Citando versos del Corán exhorta a su hermanos de las mezquitas de la Comunidad islámica a castigarme en nombre de Alá. A matarme. Incluso a morir conmigo. Como es un tipo que conoce bien el inglés, en inglés le contesto: «Fuck you» [Jodéte]).
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